Soy cristiano. Simplemente soy cristiano. Y tengo un sueño: abrir la Pequeña Tierra Santa de Europa a todos los cristianos. También podría llamarse el Paraíso Perdido de Europa.

Ya lo encontré. Pero tuve que buscarlo durante mucho tiempo, varias décadas. Tuve que recorrer a pie o en bicicleta la mayoría de los países de Europa. Tuve que ver tanto los lugares más bellos como los más espirituales: Roma, Santiago de Compostela, Lourdes, Fátima, Aquisgrán, Colonia, Barcelona, Bari, Chartres, Lérida, Praga, Tours, Tréveris, Turín, Venecia, los Pirineos, los Alpes... Pero Dios me guió más allá de estos santuarios y bellezas famosas y veneradas. Y hace poco, cuando ya casi no me quedaban fuerzas, abrió ante mí una tierra discreta y me dijo: «Este es mi lugar: Wittgenstein».

Un rincón perdido de Europa en los bosques de Alemania: montañas, bosques, ríos y pequeños asentamientos. De hecho, es casi un desierto espiritual de Europa con pequeñas islas de cristianismo, donde ni siquiera hay cruces de camino...

Vivimos en los últimos tiempos paganos, justo antes de la Segunda Venida de Jesucristo. Así que, ofrezcámosle un regalo y comencemos a visitar esta Tierra Santa al menos una vez al año y a confiarle nuestros secretos más íntimos en soledad. Ya se han asignado pequeños territorios de Wittgenstein (Gemarkungs) a cada país europeo (véanse las columnas a la izquierda y a la derecha de este texto), aunque todo cristiano tiene el derecho de visitar y orar en cualquier lugar de Wittgenstein.

¿Qué más deberías pedirle a Dios, además de salud para ti y tus seres queridos? Que se restablezca la vida cristiana en esta región, que se construyan iglesias y capillas, que se erijan cruces en los caminos, que se acondicionen lugares de oración en la naturaleza. Que se tracen rutas de peregrinación, que toda la naturaleza recupere su aspecto original y sea solo superada en belleza por el paraíso mismo. Que todos tus santos favoritos apoyen a Wittgenstein y que todos tus problemas en esta tierra se resuelvan mediante la oración...

Este es mi sueño estos días. Y creo que nuestro Señor Jesucristo nos ayudará en todo esto, porque la Tierra Santa está lejos y no todos pueden llegar, y nuestra pequeña Tierra Santa europea está muy cerca. ¡Con Dios!